Se supone que ponemos una canción ella y una yo, por eso de la democracia.
-«Me tiene harta tu José José. Esto sí es 🎶 música 🎶!!»
Entonces empezó a sonar una canción…🎶 SEX WITH ME IS SO AMAZING…SEX WITH ME IS SO AMAZING…nana nana…
Mi cara se transformó. Y mi hija me lanzó una mirada perversa.
-«¿Qué? ¿No te gusta? Es Rihanna…»
-¡Es una canción vulgar! – le contesté.
Entonces me acordé de mi abuela regañándome porque yo cantaba «Devórame otra vez» y «Acaríciame» de Lupita D’Alessio exactamente a la misma edad de mi hija. Decidí dejar que la juventud se imponga.
-¡Súbele pues Angelita!- le dije entonces a mi niñita.
Y al mismo ritmo cantamos….
«Sex with me, sex with me, sex with me is sooo amazing…lalalalalala»….
De todas las enseñanzas de mi madre, esta es una de mis favoritas.
Yo tendría unos 8 años y solía competir en carreras de atletismo. Siempre ganaba y me sentía muy “salsa” porque corría descalza y sin usar el arrancador. El pinche calor del suelo veracruzano hacía que mis pies volaran sobre la pista. Todo iba bien…hasta que empecé a perder. Con cada segundo o tercer lugar la rabia y la frustración se apoderaban de mi.
“Bueno, lo importante no es ganar sino competir” le dije a mi mamá cuando me puso una de sus inolvidables caras cuando algo la decepcionaba.
“No hija. Estás mal. Escúchame bien Diana, nadie compite para perder sino para ganar. Y ganar el primer lugar. ¿Para qué carajos son las competencias?” era flecha la señora.
Las palabras de mi madre hicieron que las lágrimas escurrieran otra vez por mis mejillas. ¿Cómo podía decirme eso?
“Pues es que no siempre se puede ganar mamá. ¡Me hicieron trampa!”
“¿Y entonces por qué lloras? Si no sabes perder no juegues ni compitas. O de plano aprende a perder…¿Verdad que no es bonito? Mejor échale ganas a lo que vale la pena”.
Comprendí entonces que competía solo por competir y demostrar que podía ganarles a todos. A mi el atletismo me daba lo mismo, que lo mismo me daba. Nunca me han gustado los deportes 🥎 ni nada que signifique esfuerzo físico extremo. Enfoqué entonces mis esfuerzos en lo que si me interesaba…escribir.
A los 13 participaba activamente de un taller literario dirigido por el cronista de mi ciudad. Yo le había contado mi fracaso como atleta y lo que mi madre me había dicho.
“Mira, te han dado una mención honorífica en los juegos florales del estado por tu poema” me dijo un buen día.
Sin decirme nada, mandó uno de mis poemas a un concurso donde participaban los mejores poetas y pensadores de la región. Estaba firmado por un seudónimo: “Furia”.
“Es que tienes un genio de la fregada”….
Mi poema “América” estaba publicado en la primera página del periódico de mi ciudad como premio de “consolación”.
Aún recuerdo la emoción de mi mamá cuando le mostré la publicación. La guardó por años en su mesita de noche.
No se quien fue más sabio, si mi madre o mi mentor literario, pero jamás olvidé la lección.
Al único que debes ganarle es a ti mismo y a ese ego espantoso que a veces nos hace perder de vista las cosas que realmente valen la pena y esas, son unas cuantas que seguramente están encerradas en las cuatro paredes de lo que llamamos casa…
PD: Ya no lloro cuando pierdo, porque siempre siempre salgo GANANDO.
Esta mañana, Eme, la señora que trabaja en mi casa afirmaba “los hijos son una bendición” y yo le dije “NO. No lo son, no lo han sido y no lo serán”. La pobre me miró con cara de misericordia y casi casi le salieron subtítulos diciendo: “OMGGGGG”.
Pero como soy quien soy, le dije no, porque pertenezco al mísero grupo de personas que no romantizamos la maternidad, la partenidad, el amor, las relaciones de pareja y por supuesto, los hijos.
Jamás me tomé fotos con la panza al descubierto durante mis embarazos ni mucho menos pariendo (OJO: aplaudo a la que lo hace y no la critico). Yo estaba FEA, gorda y bofa…como en mi opinión lucen todas las embarazadas del planeta. Es normal y natural estar así. Tienes un bodoque adentro. Luego de parirlo, quedas igual por un buen tiempo hasta que, si bien te va, te medio compones y sigues caminando. Y es así. De eso se trata el asunto. Nada más.
Mis muy queridos amigos, los hijos son: LOS HIJOS, solo eso.
Se convierten en las personas más queridas por nuestro interior y se apoderan de nuestra alma y corazón 💓 de una forma avasalladora. Si, eso también es real.
Pero ser padre es simplemente parte del proceso de la vida. Como casarte o enviudar.
Detesto pensar que entonces los que no tienen hijos…carecen de bendiciones. ¿En serio?
¿Por qué no pensar en que cada cual viene al mundo con una tarea particular más allá de reproducirnos? ¿Por qué no abrazar al que decide no tener descendencia y decirle ¡Bravo!? Voto por un mundo donde el concepto de felicidad radique en ti, no en si quedaste embarazada o conseguiste casarte.
Creo, que al igual que todos los padres del planeta, los hijos son aquellos entes “maravillosos” que amamos, nutrimos, educamos, regañamos y enviamos al mundo con la esperanza de que puedan sobrevivir en él. Y nosotros hacer lo mismo.
Lloramos, sufrimos y pataleamos ante la sarta de imbecilidades que hacen. Igual que nuestros padres vivieron con nosotros. Los hijos son tan “defectuosos” como cada uno de nosotros. Si, reconozcamos con claridad que muchas veces nuestros hijos nos DECEPCIONAN. Si, así, en mayúsculas. Y también eso es NORMAL.
Amo las muchas virtudes de mis dos retoños y me vomito 🤮 en sus fallas. Si…soy de las que ve defectos de carácter en sus hijos. Defectos de comportamiento, equivocaciones y muchas linduras más. Igualito que sucede conmigo. No, no son ángeles enviados a la tierra por nuestro padre celestial. A veces, cuando nos jalamos los chongos digo…hijo de…tu reverenda madre…o sea, yo 🧐
Cada mañana me levanto diciendo: “Señor, llénalos de tu presencia y cuídalos. Permíteme verlos crecer fuertes y sanos y dame la dicha de morir antes que ellos”. Esa si es una dicha. Créanme.
Hagamos hijos fuertes y capaces; seamos nosotros como padres lo mismo…