MEA CULPA


No creo que exista un sentimiento más desgastante que la culpa. En mi opinión es peor que el arrepentimiento, la soledad o la decepción. Curiosamente creo que somos las mujeres quienes vivimos sintiéndonos culpables constantemente.

Siempre que platico con mis amigas les escucho de una u otra forma abordar el tema de la culpabilidad. “No soy lo suficiente buena hija”, “He fallado como madre”, “Soy una mala amante”, “Si le hubiera dado todo en la cama quizá seguiría conmigo”, “No me dan el ascenso porque no tengo los senos grandes”, etc, etc, etc.

Yo misma me he sentido así. No sé si se nos exige demasiado o somos nosotras las que nos exigimos de más.

Me refiero en particular al género femenino porque en mi experiencia, los caballeros experimentan el sentimiento de otra forma. Para muchos, cumplir con la pensión alimenticia los pone casi casi al nivel de santo, aunque no hablen con sus hijos, los visiten o los atiendan. Si se sienten malos padres no lo manifiestan, porque además….¿a que le podemos llamar ‘mal padre’? Total, cada quien da lo que tiene, puede o quiere.

El caso es que si nos obligamos al ejercicio de la “no culpabilidad” nos costaría muchísimo trabajo pero quizá debamos intentarlo y sobre todo, practicarlo diariamente.

Todas la mañanas me levanto pensando en dar lo mejor de mi. Ser la mejor amiga que puedo ser, la mejor madre dentro de mis posibilidades, la mejor empleada según mis circunstancias. Intento borrar los fantasmas del pasado que me gritan “pudiste hacerlo mejor ¡te equivocaste otra vez!”.

Solo por hoy, quizá por unas horas, tratemos de sentirnos…bien. Libres de “lo que no pudo ser” sintiéndonos soberanas y magníficas. Lo somos, de verdad que si.

SE HACEN GRANDES ¡LOS NIÑOS!

Mis amados hijos Ángela y Diego Esteban

¡Siiiiiii gracias a Cristo redentor! Los niños…crecen.

Hace unos momentos leía en esta misma red social algo que me inspiró a escribir estas letras…”el tiempo pasa rápido y su infancia no volverá”….NOOOO el tiempo no pasa rápido y que bueno que los años infantiles quedan atrás…muy atrás 😄😄😄😄

Soy, quizá, de los pocos seres que jamás idealicé la maternidad.

Me da una inmensa alegría ver a Diego con barba y un incipiente bigote y a Ángela salir volada para trabajar. Siiiiii que siiiiiiii.

AMO la vida juvenil de mis bodoques y el hecho de verlos grandes e independientes.

Ciertamente es maravillosa la libertad de movimiento. No extraño ni por medio segundo las preocupaciones sentidas cuando no tenía niñera y debía irme a trabajar o cuando debía llevarlos al médico y el jefe me llamaba constantemente preguntando donde andaba yo. Tampoco añoro esas correderas para reunirme con los maestros de Diego ni las caras largas que me ponían cuando llegaba tarde a recogerlos.

Pertenezco, orgullosamente además, al grupo de madres felices de tener vida propia sin tener culpa. ¡Por fin no siento CULPA de irme a una convención o largarme a tomar unos drinks con mis amigas! Ya no me siento mal de irme de viaje…sin que ellos vengan conmigo o de cenar en un restaurante elegante sin pensar en que comen mis adorados hijitos.

Por fin puedo abrazar mi profesión sin sentir que les hago falta. Ni a ellos, ni a nadie. Pensé que sería feo no hacerle falta a nadie…y no. No siento feo…me siento LIBERADA.

Ya no me siento mal de no llevarlos a Disneylandia en cada vacaciones o de no poder meterlos a los campamentos de verano por lo absurdamente caros que son. Que si, que me sentía mal por todo.

Recibo con amor, los helados de yogurt que mi hija me compra con el fruto de su trabajo y sonrío cuando la veo hacer quehaceres del hogar mientras yo hago otra actividad. Vuelo en el espacio sideral cuando observo a Diego cocinarse su bistec, después todo quemado y con mala pinta, comérselo como manjar de dioses…sin reclamarme a mi…lo feíto del almuerzo 😀😀😀😀 ¡Yupiiii!

“Niño chico, problema chico…niño grande problema grande” me dijeron alguna vez. ¡Falsooooooooooooo! El problema del niño chico si que es tu problema y grande…no chico…el del grande es de sus propias muy mal tomadas decisiones. De él, solo de él. Que no me los engañen ni me los mal aconsejen.

Disfruto por ahora los grandes problemas de mis hijos: Cómo bajar de peso para entrar a un campeonato o como no desfallecer porque te dijeron que no en Harvard.

No cambio por nada amaneceres como el de hoy con mi hija metida en mi cama hablando del esperpento trumpiano y las noticias del día. Además ahí mismo me enteré que se iba al doctor a buscar el papelito de vacunas para la universidad. No tuve que hacer nada para ayudarla. NADA. La vi salir, mientras yo cómodamente bajo las sábanas tomo mi café.

¡Que los niños se hacen grandes!

Bendito sea el señor 😘😘😘😘

Con amor profundo a mis hijos Diego y Ángela…y a todos aquellos padres que van por ahí…meciendo un bebecito…aguanten tranquilos…todo pasa ❤️❤️❤️❤️

LA HIJA DEL BORRACHO

Recuerdo aquella tarde en mi Coatzacoalcos querido. Yo venía caminando a toda prisa rumbo a mi casa porque iba a caer una tormenta. En eso, un grupo de amigos del barrio me saludó.

“Vimos a tu papá, estaba sentado en la esquina y no podía pararse. Estaba hasta las chanclas de borrachooooo” me dijo una muchachita de la que ya olvidé el nombre.

Quise que la tierra me tragara en ese preciso instante. Tenía 16 años y mi padre vivía la etapa más cruenta de su alcoholismo. Solo el que ha tenido un pariente alcohólico sabe lo traumática que resulta la vida social y familiar para quienes conviven con ellos.

Sin contestarles, apuré el paso mientras lágrimas de vergüenza corrían por mi cara. Lloré como pocas veces lo he hecho.

Ese episodio en mi juventud me ha acompañado el resto de mi vida. La maldita enfermedad destruyó el matrimonio de mis padres y de otros miembros de mi familia. Primos, tíos, sobrinos perdieron trabajos, relaciones, oportunidades y salud.

Me costó mucho, mucho perdonar a mi papá. De nada sirvió que entrara a un grupo de alcohólicos anónimos y que se mantuviera sobrio por varios años.

Constantemente el dolor de ser “la hija del borracho” oprimía mi corazón hasta que comprendí que uno no tiene la culpa de los errores de sus padres y que era mi elección seguir avergonzada o caminar con la frente en alto.

Esta mañana nuevamente me asaltaron los recuerdos y le marqué a mi papá que hoy tiene 71 años. Ya no lo juzgo y estamos en paz. Entender su problemática ha sido una tormenta emocional intentando evitar que esa herencia maldita llegue a mi casa.

Que las decisiones de otros NO TE DEFINAN, así sean las de quienes te dieron la vida…

SEX….WITH ME

Mi hija Ángela y yo

Mi hija y yo estábamos en el auto cuando me dijo.

-«Mamá…¡ahora me toca a mi!»…

Se supone que ponemos una canción ella y una yo, por eso de la democracia.

-«Me tiene harta tu José José. Esto sí es 🎶 música 🎶!!»

Entonces empezó a sonar una canción…🎶 SEX WITH ME IS SO AMAZING…SEX WITH ME IS SO AMAZING…nana nana…

Mi cara se transformó. Y mi hija me lanzó una mirada perversa.

-«¿Qué? ¿No te gusta? Es Rihanna…»

-¡Es una canción vulgar! – le contesté.

Entonces me acordé de mi abuela regañándome porque yo cantaba «Devórame otra vez» y «Acaríciame» de Lupita D’Alessio exactamente a la misma edad de mi hija. Decidí dejar que la juventud se imponga.

-¡Súbele pues Angelita!- le dije entonces a mi niñita.

Y al mismo ritmo cantamos….

«Sex with me, sex with me, sex with me is sooo amazing…lalalalalala»….

#madreehija #música #cantemosjuntas #modernidad #motherhood #madreehija

ME LO DIJO MI MAMÁ

Las carreras de la vida

De todas las enseñanzas de mi madre, esta es una de mis favoritas.

Yo tendría unos 8 años y solía competir en carreras de atletismo. Siempre ganaba y me sentía muy “salsa” porque corría descalza y sin usar el arrancador. El pinche calor del suelo veracruzano hacía que mis pies volaran sobre la pista. Todo iba bien…hasta que empecé a perder. Con cada segundo o tercer lugar la rabia y la frustración se apoderaban de mi.

“Bueno, lo importante no es ganar sino competir” le dije a mi mamá cuando me puso una de sus inolvidables caras cuando algo la decepcionaba.

“No hija. Estás mal. Escúchame bien Diana, nadie compite para perder sino para ganar. Y ganar el primer lugar. ¿Para qué carajos son las competencias?” era flecha la señora.

Las palabras de mi madre hicieron que las lágrimas escurrieran otra vez por mis mejillas. ¿Cómo podía decirme eso?

“Pues es que no siempre se puede ganar mamá. ¡Me hicieron trampa!”

“¿Y entonces por qué lloras? Si no sabes perder no juegues ni compitas. O de plano aprende a perder…¿Verdad que no es bonito? Mejor échale ganas a lo que vale la pena”.

Comprendí entonces que competía solo por competir y demostrar que podía ganarles a todos. A mi el atletismo me daba lo mismo, que lo mismo me daba. Nunca me han gustado los deportes 🥎 ni nada que signifique esfuerzo físico extremo. Enfoqué entonces mis esfuerzos en lo que si me interesaba…escribir.

A los 13 participaba activamente de un taller literario dirigido por el cronista de mi ciudad. Yo le había contado mi fracaso como atleta y lo que mi madre me había dicho.

“Mira, te han dado una mención honorífica en los juegos florales del estado por tu poema” me dijo un buen día.

Sin decirme nada, mandó uno de mis poemas a un concurso donde participaban los mejores poetas y pensadores de la región. Estaba firmado por un seudónimo: “Furia”.

“Es que tienes un genio de la fregada”….

Mi poema “América” estaba publicado en la primera página del periódico de mi ciudad como premio de “consolación”.

Aún recuerdo la emoción de mi mamá cuando le mostré la publicación. La guardó por años en su mesita de noche.

No se quien fue más sabio, si mi madre o mi mentor literario, pero jamás olvidé la lección.

Al único que debes ganarle es a ti mismo y a ese ego espantoso que a veces nos hace perder de vista las cosas que realmente valen la pena y esas, son unas cuantas que seguramente están encerradas en las cuatro paredes de lo que llamamos casa…

PD: Ya no lloro cuando pierdo, porque siempre siempre salgo GANANDO.

NO, LOS HIJOS NO SON UNA BENDICIÓN

¿Qué son los hijos?

Esta mañana, Eme, la señora que trabaja en mi casa afirmaba “los hijos son una bendición” y yo le dije “NO. No lo son, no lo han sido y no lo serán”. La pobre me miró con cara de misericordia y casi casi le salieron subtítulos diciendo: “OMGGGGG”.

Pero como soy quien soy, le dije no, porque pertenezco al mísero grupo de personas que no romantizamos la maternidad, la partenidad, el amor, las relaciones de pareja y por supuesto, los hijos.

Jamás me tomé fotos con la panza al descubierto durante mis embarazos ni mucho menos pariendo (OJO: aplaudo a la que lo hace y no la critico). Yo estaba FEA, gorda y bofa…como en mi opinión lucen todas las embarazadas del planeta. Es normal y natural estar así. Tienes un bodoque adentro. Luego de parirlo, quedas igual por un buen tiempo hasta que, si bien te va, te medio compones y sigues caminando. Y es así. De eso se trata el asunto. Nada más.

Mis muy queridos amigos, los hijos son: LOS HIJOS, solo eso.

Se convierten en las personas más queridas por nuestro interior y se apoderan de nuestra alma y corazón 💓 de una forma avasalladora. Si, eso también es real.

Pero ser padre es simplemente parte del proceso de la vida. Como casarte o enviudar.

Detesto pensar que entonces los que no tienen hijos…carecen de bendiciones. ¿En serio?

¿Por qué no pensar en que cada cual viene al mundo con una tarea particular más allá de reproducirnos? ¿Por qué no abrazar al que decide no tener descendencia y decirle ¡Bravo!? Voto por un mundo donde el concepto de felicidad radique en ti, no en si quedaste embarazada o conseguiste casarte.

Creo, que al igual que todos los padres del planeta, los hijos son aquellos entes “maravillosos” que amamos, nutrimos, educamos, regañamos y enviamos al mundo con la esperanza de que puedan sobrevivir en él. Y nosotros hacer lo mismo.

Lloramos, sufrimos y pataleamos ante la sarta de imbecilidades que hacen. Igual que nuestros padres vivieron con nosotros. Los hijos son tan “defectuosos” como cada uno de nosotros. Si, reconozcamos con claridad que muchas veces nuestros hijos nos DECEPCIONAN. Si, así, en mayúsculas. Y también eso es NORMAL.

Amo las muchas virtudes de mis dos retoños y me vomito 🤮 en sus fallas. Si…soy de las que ve defectos de carácter en sus hijos. Defectos de comportamiento, equivocaciones y muchas linduras más. Igualito que sucede conmigo. No, no son ángeles enviados a la tierra por nuestro padre celestial. A veces, cuando nos jalamos los chongos digo…hijo de…tu reverenda madre…o sea, yo 🧐

Cada mañana me levanto diciendo: “Señor, llénalos de tu presencia y cuídalos. Permíteme verlos crecer fuertes y sanos y dame la dicha de morir antes que ellos”. Esa si es una dicha. Créanme.

Hagamos hijos fuertes y capaces; seamos nosotros como padres lo mismo…

Bendición…es ¡Comer sin engordar!

Con amor, a todos los padres e hijos del mundo 🌎

Los hijos, hijos son