
No saben ustedes como me disgusta, me enferma, me indigna, que curiosamente muchos de quienes se oponen a la pena capital, no tienen hijos, madre, padre o hermanos. No digo esposos o pareja porque la sangre es la sangre.
Generalmente son personas de aparente pensamiento moderno o religioso que, curiosamente también, nunca han sido víctimas de crímenes violentos.
Algunos jamás han visitado un país latinoamericano y no decir vivir en él. Me encantaría que se dieran una vuelta por los barrios peligrosos de nuestros lares donde las drogas y las pandillas han acabado con medio mundo y que escucharan testimonios de madres, tías, abuelas o hijas de quienes murieron a manos de la violencia sádica de la que hacen gala muchos.
Me enerva que se diga, que se aceleran los procesos de condenados injustamente. Señores, eso es completamente falso. Empecemos porque para pedir la pena de muerte se llegan a acuerdos con la familia de la víctima, la fiscalía y el defensor. En otros casos, los juicios toman años, las sentencias otros y la ejecución como mínimo 10…o más. Mientras, los familiares de los muertos si que quedan condenados a una vida terriblemente difícil. Si, en pleonasmo, terriblemente difícil.
En cada condena de muerte que se da, existen decenas de recursos jurídicos y legales para evitarla. Muchas apelaciones, mociones y demás, pero el muerto…muerto está.
He visitado cárceles en México y en Estados Unidos. Preciosos hoteles de lujo para quienes han cometido un crimen atroz. La cárcel de máxima seguridad en Ciudad Juárez, Chihuahua, México, en donde confinaron a varios acusados de haber asesinado a decenas de jóvenes mexicanas estaba llena de droga, prostitution y teléfonos celulares. Me ofrecieron una riquísima cerveza durante la entrevista a un tal “Shariff, el egipcio”. Me negué y terminé con un refresco en la mano. “Pida lo que quiera” me dijo el tipo. Había de todo. Nos ganamos un Emmy por esa cobertura.
Nadie me va a hablar de injusticias criminales en el sistema penitenciario americano. Un amigo muy querido Barney Brown pasó 38 años en la cárcel siendo inocente. Una simple disculpa y así borraron décadas de su vida. El mismo me dijo que la gente no cambia, ni se reintegra, ni se compone. El malo es malo. Punto. De hecho, el estuvo en el corredor de la muerte alimentando a Ted Bundy, aquel sujeto que asesinó a decenas de estudiantes y que finalmente pudo ser ejecutado en la silla eléctrica en 1989. Más de 14 años estuvo manteniendo el estado a un sujeto acusado de asesinar como mínimo a 36 mujeres. ¿Les parece acelerado? ¿O se esperó demasiado tiempo para hacer justicia?
Por supuesto que hay errores, y muchos, pero por favor, no en la mayoría de los casos de pena capital. Para darle muerte a un condenado primero se pasa por un proceso larguísimo en donde una vez y otra vez y otra vez, las víctimas tienen que escuchar sus asquerosidades.
En mi familia y amigos hay casos de secuestros y violaciones, por Cristo redentor, no me hablen de misericordia contra quienes violan y asesinan sin piedad. No me hablen de “derechos” que me dan ganas de sacudirles el cerebro.
Gracias a mis amigos entrañables Carlos A. Aguilar Claudia Milena Aguilar Gallego Vilma Castro Maria S. Gough Margarita Osorio por abrirme las puertas de sus casas y de sus corazones. Por guiarme cuando conté sus historias, por permitirme vivir su duelo. Los asesinatos horrorosos de sus hijos quizá queden sin el debido castigo en la tierra, porque ni la muerte sería suficiente para quienes les arrebataron la felicidad.
Esta fotografía muestra el día de una de mis coberturas más difíciles. El día en que nos enteramos que Ahizaya Osceola, de 3 años de edad había sido asesinado a golpes por su madrastra y luego esta lo escondió debajo de su cama, en su propia casa. El abuso infantil del que este inocente fue víctima, no tiene nombre.
Y esta noche, ustedes que tanto defienden la vida de un asesino, cuando se vayan a dormir, piensen en sus hijos, en qué harían si un desalmado los mata a golpes, o los ahorca, o los viola. Que duerman…bien.
