

Cuando tenía 7 años, empecé a escribir cuentos cortos. Pegaba una palabra, y otra y otra intentando crear una calcomanía de aventuras e ilusiones.
«Nunca dejes de escribir» me dijo uno de mis mejores maestros…»y a ver si paras de hablar un poco». Siempre fui una parlanchina que le desordenaba el salón al único profesor varón que tuve en la primaria.
Recuerdo que en mi casa jamás me permitían andar descalza…pero en la clase del maestro Gálvez era la única niña sin zapatos. Me dejaba hacer de todo mi profe querido.
«¿Por qué te quitas los zapatos Diana?» «¡Para escribir mejor Profe!» Y aunque no lo crean…casi siempre escribo quitándome los zapatos…un poco en recuerdo a aquel que revisó cuadernos y cuadernos llenos de garabatos.
Las bases del castellano y de la historia de México, me las dio mi profesor y fue quien me recitó por primera vez parte de aquellas redondillas de Sor Juana Inés de la Cruz.
«Hombres necios que acusaís a la mujer sin razón….» «¡Porque nos incitan al mal!» «Nooooo así no va» y me dizque regañaba. No sé cuántos versos aprendí de memoria porque a él también le encantaba la poesía. Me «obligaba» a recitar en los festivales del colegio. «Tu vas a declamar…¡y punto!». Me dedicó tiempo y cariño y me dejaba leer sus viejos libros con poemas. «¿Entiendes lo que quiere decir Acuña?», «pues que quiere mucho a su novia»…y el buen hombre sonreía.
Hoy, buscando entre mis recuerdos encontré esta foto de la niña que fui, con la hermosa dedicatoria de mi profesor al reverso.
El día de mi boda estuvo presente, con su esposa y sus hijos porque, en mis tiempos, los maestros eran parte de tu familia…los buenos maestros.
Con lágrimas de emoción al verme vestida de novia me dijo:
«Mira nomás…ahora si te quiero ver…contando cuentos».
Cuando murió hace algunos años, lágrimas de agradecimiento rodaron por mis mejillas….las mismas que seco al escribir estas palabras…..

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