

De pronto, todos empezamos a sacar conjeturas. «Estaba muy solo», «no vivía con nadie», «no era muy social», «siempre fue distinto». La muerte de un compañero me motiva a escribir estas líneas.
Por alguna extraña razón, la mayoría de los seres humanos ven la mal llamada «soledad» como una «enfermedad maldita».
La realidad del caso es que muchas personas eligen estar, vivir, andar y manifestarse SOLOS.
La soledad, la reticencia a la compañía, las «ganas» de no querer dirigirle la palabra a nadie no te hacen particularmente raro, simplemente quizá un incomprendido.
«No se casó», «no tuvo hijos», «no tenía mujer, ni pareja»… ¿Y? ¿Cual es el bendito problema? ¿Porqué nos cuesta tanto entender que haya gente incapacitada para convivir con alguien? ¿Lo hace eso un inadaptado? Quizá sea ha adaptado y muy bien a estar consigo.
No todos queremos compartir la cama con otro sujeto, no todos queremos compartir la televisión, los platos, el baño. Muchos no queremos preguntarle a nadie de qué color pintar las paredes o qué se va a preparar para cenar (si es que quieres preparar algo para que otro coma). En casos de divorciados pues la cosa aprieta. Ya viviste esa etapa, ya pasaste esos dramas, ya pasó ese tiempo.
Tal ve ya lo quisimos y lo tuvimos en algún momento pero ahora ya no queremos…y está bien.
¡Dejemos de compadecer al solitario!
A veces, la mejor compañía resulta ser UNO MISMO…y es que, también a veces…no me aguanto ni yo…

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